Thursday, June 15, 2006

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cuando era pequeña tenia un carrito de muñecas enormes.
en mi calle lo llamabamos el "carrichoche" mas grande del mundo, y cuando tod@s saliamos a jugar era lo primero que sacaba del armario de los juguetes, no importaba a que fueramos a jugar, el carrito siempre estaba ahi, ya fuera para transportar cosas, llevar los balones de futbol, jugar con muñecas, o simplemente a la comba, servia para absolutamente todo.

era de un color horrible, rosa palo, pero cuando querias esconder algo, bastaba con subir la capota, agarrarlo fuerte y pasear todo lo visible y lo invisible por las aceras mas empedradas que las ruedas de un carrito puedan imaginar.

una tarde, mientras pintabamos con tiza el suelo de la pista de tenis de mi urbanizacion, llego mi vecino de al lado, y no se como se cayo encima del carrito y le partio las patas en dos.
estaba acabado, ese carrito ya no podria andar mas.

me lleve un sofoco tremendo, cogi los restos de las patas y me fui llorando a casa, le di todos los trozos a mi madre y le dije: arreglalo, ella me constesto: eso no se puede arreglar, ya te compraremos otro, pero yo no queria otro; habia miles de carritos mucho mejores que ese, claro, pero no eran mi carrichoche rosa palo que llevaba los balones de futbol y las raquetas de badminton.

cuando llego mi padre, mi madre le dijo, le han roto el carrito a ana, habra que comprarle otro, entonces mi padre dijo, bueno, ya vere que hago con el, algo se podra hacer, mi madre decia que no, que eso era un trasto, sucio, roto, sin patas y con la capota chafada.

recuerdo que mi padre le arranco los trozos de patas que quedaban aun agarradas, intento volver a soldarlos de forma que hacia las veces de un mecanismo de plancha, pero el pobre no se aguantaba en pie, asi que cogi dos trozos de tela, los cosi a ambos lados del armazon del carro, mi padre puso la capota en su sitio y estuvo listo, solo habia que llevarlo de la mano.

en cuanto sali a la calle con eso nadie entendia que hacia ese mamotreto, que ya no servia para llevar nada porque no tenia ruedas, ni se podia apoyar en ningun lado, paseandolo triunfal por la calle, pero yo habia salvado mi carricoche y seguia recordandolo como al principio, solo que juntos habiamos pasado por una amputacion de piernas de metal.

unos años despues mi madre se empeño en comprarme uno nuevo, porque decia que aquel daba pena.
lo cierto es que segui usando el viejo, y entonces el que transportaba las cosas era el nuevo, era lo unico para lo que servia.


PD: para quien me hizo llorar de alegria encima del edredon de plumas mas grande y mullido que he visto en mi vida.

1 Comments:

Anonymous Anonymous said...

¿será porque las cosas que merecen la pena no son las que mejor funcionan, sino las que más significan?
me costó siete años entender eso...

12:55 AM  

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